Los factores determinantes y las repercusiones que subyacen al abandono escolar son complejos y a menudo difíciles de analizar, sobre todo a temprana edad, ya que se trata de un fenómeno polifacético. Junto con los problemas de dificultades de aprendizaje y los retos asociados a ellos, así como la falta de modelos positivos, el abandono escolar también está vinculado a diversos factores externos, como las condiciones socioeconómicas del alumno, sobre todo en el hogar. Las consecuencias negativas del abandono escolar para los estudiantes son múltiples. Por un lado, los que abandonan prematuramente los estudios se enfrentan al problema de encontrar un empleo estable, adecuado y con una remuneración apropiada; y, por otro lado, se enfrentan a la exclusión social, a la marginación y a las desigualdades que dificultan la satisfacción de sus necesidades psicosociales, que suelen estar asociadas a un empleo de calidad.
El abandono escolar temprano es un asunto preocupante a nivel mundial. Todas las organizaciones internacionales como la OCDE, la Unión Europea o la UNESCO incluyen entre sus objetivos y estrategias de desarrollo aumentar el periodo de edad de formación más allá de la edad obligatoria. Asimismo, las diferencias de género en las tasas de abandono son muy destacadas.
Según recoge la estadística ‘Igualdad en Cifras MEFP 2022. Aulas por la igualdad‘, publicada el pasado mes de marzo por el Ministerio de Educación y FP, el porcentaje de abandono educativo-formativo temprano de las mujeres de 18 a 24 años se sitúa en 2021 en el 9,7 %, a 1,7 puntos de la media de las jóvenes europeas en 2020, cuando en 2011 esta diferencia era de 10,4 puntos. Para los hombres, el abandono educativo-formativo es del 16,7 %, es decir, 7 puntos superior al de las mujeres. En total, la tasa de abandono escolar temprano se sitúa en el 13,3 %, como se desprende de la Encuesta de Población Activa publicada en enero.
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