No descubrimos nada nuevo al decir que la educación ha cambiado y continúa evolucionando a pasos agigantados y ahora más a causa, en gran parte, de la pandemia, que ha actuado como gran acelerador de la digitalización.
La educación híbrida- aquella que combina la presencialidad, el uso de recursos en el aula, con el uso de otras herramientas y materiales que pueden emplearse fuera del centro escolar- ha llegado para quedarse. Permite una mayor flexibilidad y autonomía al alumno para organizar su plan de estudios y sus tareas; la metodología de las aulas invertidas, que consisten en que el alumno trabaja antes de ir a la clase la materia sobre la que luego se tratará en el aula; la combinación de los libros de texto con otros materiales educativos; el avance hacia la formación personalizada adecuada para el desarrollo de las capacidades de cada alumno etc.
Las llamadas soft skills o habilidades o competencias blandas están cobrando también especial importancia como requisito indispensable para entrar y enfrentarse al mundo laboral. Hablamos de cuestiones como el pensamiento crítico, análisis, destrezas en la autogestión, aprendizaje y escucha activa, resiliencia, trabajo en equipo, tolerancia al estrés o flexibilidad…
En este contexto, el papel del profesor cobra un papel cada vez más importante para incentivar el interés del alumno y motivarle para seguir estudiando una vez que finaliza sus estudios. La relación profesor-alumno debe ser directa y cercana, pero sin dejar de convertirse en guía del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Es tal la importancia que juega un papel muy relevante en lifelong learning o aprendizaje a lo largo de la vida. Así lo recalcó recientemente el informe de la OCDE “Skills Outlook 2021: Learning for Life” en el que destacaba que, a este respecto, el dato de España es positivo: al preguntar a los alumnos de 15 años si están “entusiasmados” por parte de sus profesores (entusiasmo del profesor por el contenido que está enseñando, interacciones con los alumnos, estimulación de su capacidad crítica, etc) la puntuación media de los países de la OCDE es de 0,012, mientras que en España es de 0,034.
La pandemia ha acelerado estos cambios educativos, pero el libro de texto, combinado con otros recursos educativos, no ha dejado de ser un apoyo esencial para los profesores y necesario para que el alumno adquiera todas las competencias clave del ciclo educativo. En 2019, la consultora Análisis e Investigación presentaba los resultados de un estudio realizado en España. En él se concluía que el libro de texto continúa teniendo un papel esencial en las aulas y es considerado por profesores, padres y docentes como una de las principales herramientas educativas.
De manera que podemos decir que la educación ha evolucionado. La educación híbrida- aquella que combina la presencia en el aula con el uso de otros recursos para seguir aprendiendo fuera del centro educativo- ha llegado para quedarse, pero para lograr una educación de calidad es necesario el apoyo de los libros de texto.